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Mostrando las entradas de junio, 2020

16 bocinazos

19:53 PM Día 100 de cuarentena. Otra vez el mismo vehículo se estacionó afuera del alojamiento. Y otra vez tocó la bocina como un vicioso. El día de hoy conté unos 16 pitidos, hasta que se fue. ¿Quién será? ¿Acaso no sabe que está todo el mundo en cuarentena? ¿Acaso no sabe lo peligroso que es respirar el aire del exterior? Me hace pensar que quizá es algo realmente importante. A día de hoy, en mi alojamiento convivo con otras dos personas, a quienes casi nunca veo... La próxima vez supongo que les consultaré...

Sueño de Minerva #12

00:48 AM

Extraña adaptación

14:13 PM Día 88 de cuarentena. Hace unos diez minutos sonó un tema en la radio. Era  La Jarra y la Marmita.  Lo que en un comienzo me tranquilizó, como siempre lo hacía, no tardó en dislocarse. A los pocos segundos comencé a sentirme incómodo, noté que algo no estaba bien. Eran las palabras del fallecido cantante, y autor, Selio Troncos. Pero ¿Qué estaba diciendo? Su letra, en vez de apaciguar mi espíritu, me estremeció de una manera retorcida. A todas luces, podría jurarlo, quien cantaba era él, Selio Troncos. Pero esas extrañas palabras claramente no correspondían a su lengua madre, nuestra lengua madre, ni la de nadie que haya conocido en su sano juicio... Lamentablemente no llegué a sintonizar la canción desde el principio, ni tampoco le alcancé a avisar a la Minerva. Pero sí noté algo. En su estribillo, juré haber escuchado la frase " Aileka denu doirnu ". Lo apunté como pude. Seguiré investigando al respecto y mantendré, a quien sea que lea esto, al tan

Sueño de Minerva #011

23:24 PM

Mi luz naranja.

3:42 AM Día 84 desde que comencé con la cuarentena. Los perros están ladrando afuera. Todo está frío. Me asomo por la ventana empañada, le paso mi mano diestra intentando despejar la visión, dejando una estela húmeda en el vidrio y en mis dedos. Por un momento mi corazón late fuerte, emocionado por la idea de que algo ocurriese. Los perros siguen ladrando. Mis pies descalzos se congelan al instante. No logro ver nada. La bruma espesa se lo está tragando todo. El puerto ruge silencioso tras el gélido telón gris. Dirijo mi mirada, como por inercia, a la única luz naranja del alumbrado público que se logra ver desde mi ventana. Por suerte, la luz naranja se resiste a desaparecer, tras esa terrible capa de agua y frío y muerte. Extrañamente, me quedo más tranquilo... Los perros dejan de ladrar. Nada pasa. Reviso la batería de la Minerva. Me vuelvo a la cama.